miércoles, 19 de marzo de 2014

NOSOTROS, LO QUE SOMOS...

En una sociedad que toma por regla natural que "cocodrilo que se duerme es cartera", la carrera para ser el más vivo de los criollos es programa continuado de cada día y ser ventajero con el vecino o el Estado es rutina. En un conjunto de pícaros el líder es el más avispado de todos. No hay demasiado espacio para las objeciones de estilo o los medios elegidos. Queda en el plano de la nimiedad robarse un lugarcito en la cola del super y en el terreno de lo esperable que quien consiga o se arrogue la representación de una comunidad de tramposos, el jefe, sea el mejor de todos sus pares. Y que a su vez señalemos para arriba para justificarnos en el mal ejemplo. Que no somos todos, que yo no fui, que no estoy en esa lista, un escudo inmediato. Hablar de  defender valores y gestos solidarios y la competencia con uno mismo por la superación individual, parece no gozar del quorum necesario. La primera persona del plural nos incluye en la victoria y la tercera en la derrota. Hablamos de "este" país pero casi nunca del "nuestro". Debajo de la alfombra queda la boleta que no pagamos, mientras le pasamos la factura a los demás cuando nos toca bailar con la más fea. Somos el huevo o la gallina, depende. La culpa es de los otros y la razón siempre es nuestra. Nos acomodamos rápido en la antinomia de turno o en el discurso de moda, hasta que pasar de bando resulte conveniente. Será tal vez la imperfecta condición humana o la falta de arraigo, de sentimiento de pertenencia a una nación, un pensamiento residual de aquel de nuestros abuelos inmigrantes, que sentían que estaban de paso por aquí, para volver a cruzar el mar una vez que "hicieran la América". La vida nos da permanentes lecciones que no terminamos de aprender. La historia nos muestra que repetimos errores, tropezamos con las mismas piedras y no hay caso. O quizás será que mejorar llevará más tiempo y nuestra ansiedad vendrá con exceso de velocidad, para tener una visión autoindulgente. Quiero pensar que tenemos menos de lo que merecemos y me cuesta. Me abrazo a la esperanza más que nada por instinto, por mis hijos y mis nietos, mientras trato de recordar porque empecé a escribir esta mañana. 

viernes, 14 de febrero de 2014

Grande, maestro!!!

Negro, andarás de nube en nube abrazándote con todos los ángeles y tocando en un piano blanco, sonriente y con los ojos entrecerrados. No quiero interrumpirte a vos ni a tu selecto público celestial, pero te quiero contar que el Teatro llevará tu nombre, aunque alguna noticia te debe haber llegado de los que te recuerdan siempre y te hablarán como hago yo, de vez en cuando, imaginando que estas escuchando mis pensamientos.
 
 



Olguita, tus hijas y algunos amigos recibieron hoy del intendente esta novedad.






 

Teatro Municipal Carlos Granado 
...que bien que suena. 






Ya se que te abruman los elogios, esos mimos que tan merecidos tenías y tenés de la gente, pero no puede ser más justa y coherente la idea. 
Me pongo de pié y te aplaudo, como miles lo hicieron por vos en la platea, tantas veces.





Bravo Maestro!!!
 

martes, 13 de agosto de 2013

Luces y sombras en Latinoamérica

La calidad de nuestras democracias, en la visión de un politólogo que explica con sencillez y claridad que ha ocurrido en estos tres últimos decenios y que sucede en nuestra región geopolítica. "Hay que mejorar la calidad de las instituciones y la claridad del liderazo político".

jueves, 21 de febrero de 2013

Roma, el de las figuritas...


Confieso, por si hiciera falta, que soy "cuervo" desde mi más tierna edad. Y que hice a mis hijos de la misma especie futbolera.

Eso, como corresponde a ciertas tradiciones, porque mi viejo me hizo de sangre azulgrana, como a mi hermano Jorge, asi como mi tío Américo lo convirtió a mi primo Henry a la "santidad" argentina del balonpié. Lo que ni Italo (mi viejo) ni su hermano, mi tío de Villa María lograron con mi hermana y mi primo Puchi, respectivamente.

Pero, rivalidades deportivas al margen, en aquellas infancias de los sesenta, tiempos de Beatles, Che Guevara, Vietman, Stones, Illia, Los Gatos, Kennedy y otras efervescencias, como los primeros televisores y el flower power, Cortázar y las tapas a todo color de las revistas como Life, entre tantas otras cosas, nos unía un entusiasmo común: todos jugábamos a las figuritas.

Y la de Roma, el arquero de Boca, estuvo presente en los álbumes de toda esa década. Si, era cuando nos sabíamos las formaciones de los equipos de memoria, tal como lo recordaba Osvaldo Wehbe charlando con el mismo Roma, en una entrevista que por Cadena 3 pasaron hoy en Viva la radio, hecha por Rony Vargas con participación del Turco hace unos cuantos años, más o menos de la época en que el loco Palermo pifió los penales jugando en la selección. Aquellos que evocaban en esa nota eran tiempos de fútbol por la radio, y de ver después, semanas después, las jugadas en secuencia fotográfica, con esas flechitas marcando la trayectoria de la pelota, en la peluquería de otro Tano y ultraboquense, Don Alberto, que siempre tenía la revista El Gráfico en la mesita del medio...te acordás Turco?.

Pero, si no tenés idea de quién era Antonio Roma pregúntale a tu abuelo, que seguramente, alguna vez voló de palo a palo jugando a la pelota con tu viejo y gritó el infaltable “Ataja Roma”, o bien a tu papá, que probablemente soñó en sus noches de infancia alguna vez atajar ese penal que lo inmortalizó.

El Tano, Tarzán, la leyenda, este miércoles 20 de febrero voló al cielo a los 80 años.


Roma comenzó en Ferro, donde jugó cuatro años, pero en 1960 aterrizó en Boca, donde atajó 12 años (1960-1972), y donde dejó grabado su nombre en los arcos de La Bombonera después de 332 partidos y seis títulos.

Pero no sólo se hizo leyenda porque ganó los títulos del 62, 64 y 65 y los Nacionales del del 69 y 70, más la primera Copa Argentina (69) sino también por su estilo recio, la firmeza de sus manos gigantes y la facha de galán maduro que también arrancó suspiros en la tribuna femenina.
 
Para recibirse de ídolo le faltaba una tarde consagratoria, esas que se vuelven anécdotas inoxidables pese al paso del tiempo, y el Tano la vivió el 9 de diciembre de 1962, cuando le atajó el penal al brasileño Delem en el superclásico, para algunos adelantándose un metro (el lo negaba, decía que lo que adelantó fueron las piernas) y que a Boca le permitió mantener el 1-0 y consagrarse campeón en la fecha siguiente.

En la Selección también dejó su huella, porque atajó en 42 ocasiones, y fue el arquero titular nada menos que en dos Mundiales consecutivos (1962 y 1966).

jueves, 4 de octubre de 2012

La esencial intolerancia del pensamiento politicamente correcto.

Cuando leí esta entrevista, pensé que este momento era el indicado para compartirla con Uds. en el blog. Este momento histórico, este instante político social de nuestra Argentina, exhibe un escenario en el que la visión del intelecual consultado, puede ofrecernos algunas interesantes reflexiones que se ajustan, se amoldan de tal modo, que uno podría llegar a creer que está hablando desde nuestro contexto cotidiano, en el sur de América. Lo universal nos incluye, pero parece situarnos en el centro de la escena, a mi entender. 
No tocaré ni una coma ni un acento. Aqui se los dejo tal cual me llegó. 
Será el primero de una serie de artículos que hablan del tema desde diferentes ángulos y profundidades. 
Espero sus comentarios, por supuesto.

   Entrevista con Vladimir Volkoff

Marc Vittelio
[traducción de Damián Verde]
Vladimir Volkoff es doctor en filosofía, profesor de inglés, militar durante la guerra de Argelia, funcionario del Ministerio de Defensa y, más tarde, profesor de lenguas y literaturas francesa y rusa en Estados Unidos. Fue el primer escritor que Francia dedicó seriamente sus estudios a estudiar la manipulación informativa. Pariente de Tchaikovsky, es uno de los escritores mejor situados a la hora de explicar el concepto que conocemos como "políticamente correcto", tema de su último libro publicado en Editions du Rocher: "La désinformation par l’image". Nos hemos encontrado con este autor que rezuma humor y cultura por todos sus poros y que nos ha prodigado algunos consejos para combatir ese veneno que ataca nuestra sociedad.

—¿Cuál es su definición de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto tal y como lo conocemos en la actualidad representa la entropía del pensamiento político. Como tal, es de imposible definición puesto que carece de un verdadero contenido. Su fundamento básico es aquello del "todo vale". En él encontramos restos de un cristianismo degradado, de un socialismo reivindicativo, de un economicismo marxista, y de un freudismo en permanente rebelión contra la moral del yo. Si comparamos el hundimiento del comunismo con una explosión atómica, diríamos que lo políticamente correcto constituye la nube radioactiva que sigue a la hecatombe.

—¿En qué consiste lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto consiste en la observación de la sociedad y la historia en términos maniqueos. Lo políticamente correcto representa el bien y lo políticamente incorrecto representa el mal. El summun del bien consiste en buscar en las opciones y la tolerancia en los demás, a menos que las opciones del otro no sean políticamente incorrectas; el summum del mal se encuentra en los datos que precederían a la opción, ya sean éstos de carácter étnico, histórico, social, moral e incluso sexual, e incluso en los avatares humanos. Lo políticamente correcto no atiende a igualdad de oportunidades alguna en el punto de partida, sino al igualitarismo en los resultados en el punto de llegada.

—¿Quién lo inventó?
—Nadie ha inventado lo políticamente correcto: nace como consecuencia de la decadencia del espíritu crítico de la identidad colectiva, ya sea esta social, nacional, religiosa o étnica.

—¿Quién lo practica?
—Lo políticamente correcto es de uso común entre los intelectuales desarraigados, pero como es contagioso, es normal que otras personas estén contaminadas sin que por ello sean conscientes de ello.

—¿Cómo podemos desintoxicarnos?
—La desintoxicación es difícil, en la medida en que vivimos en un mundo en el que los media (y la palabra media es, en sí, un barbarismo políticamente correcto) han adquirido una importancia desmesurada y son precisamente éstos los encargados del contagio masivo. El primer remedio consiste en tomar conciencia de que lo políticamente correcto existe y que circula sobre todo a través de nuestro vocabulario. El segundo, sería tomar conciencia de que el "yo" forma parte de un "nosotros" y de que ese "nosotros" debe proteger al "yo" contra el "se dice..." políticamente correcto. El tercer remedio consiste en poner en práctica la conciencia de renuncia a toda terminología políticamente correcta y a las ideologías sobre las que se apoya. Por ejemplo, hay que decir "aborto" en lugar de "interrupción del embarazo", "sordo" en lugar de "deficiente auditivo", "vejez" en lugar de "tercera edad", "sinvergüenza" en lugar de "inadaptado". Un "docente" nunca llegará a ser un "maestro".

—¿Cuáles son los estragos producidos por lo "políticamente correcto"?
—Consisten fundamentalmente en confundir el bien y el mal, bajo el pretexto de que todo es materia opinable.

—Aparte de la nación, ¿cuáles son los blancos predilectos de lo "políticamente correcto"?
—Los blancos predilectos son la familia, las tradiciones y, sobre todo, la creencia en ello, puesto que para lo políticamente correcto solo hay una verdad y lo demás es falso.

—¿Tiene usted la impresión de que Francia es uno de los países más tocados por lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto es supranacional como todas las enfermedades. Si estamos en condiciones de afirmar que nació en determinadas universidades americanas, no es menos cierto que se expandió rápidamente por todo el mundo. Quizá en los países de tradición cristiano-ortodoxa se resiste más y mejor a esta epidemia, probablemente debido a la propaganda comunista, quizá a la propia fe religiosa. Lo hemos visto recientemente con los casos de Serbia y Rusia.

—¿Cómo detectar a una persona "políticamente correcta"?
—Una persona políticamente correcta se considera a sí misma tolerante, pero no practica la tolerancia...

—¿Cómo evitar la contaminación?
—Es verdad que lo políticamente correcto nos acecha y se presenta siempre con argumentos inocentes y de fácil asimilación. Se trata de rechazar su inocencia y repudiar esa facilidad de asimilación. Es necesario, asimismo, prevenirse contra el mimetismo de hablar como los demás. Repito aún a riesgo de parecer pesado, el vocabulario políticamente correcto es el principal vehículo de contagio. En cualquier caso, hay que afirmar que lo políticamente correcto es una fe débil y que, como tal, no resiste a una enérgica aplicación del espíritu crítico. No hay que ser sumisos a los sentimientos y opiniones generalizados: el espíritu contradictorio más obtuso vale siempre más que la aceptación liberal del pasto mediático.

—Según vd., ¿cuáles pueden ser las consecuencias a corto y medio plazo del triunfo de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto prepara el terreno de forma ideal para las operaciones de desinformación y para la expansión de la mundialización. Cuando todo el mundo crea que las verdades pueden ser objetos de truque, de que no existen ni verdades ni mentiras, el mundo estará preparado para recibir la misma propaganda, de participar de la misma pseudo-opinión pública fabricada para consumo universal. Y esta pseudo-opinión pública aceptará cualquier acción, incluidas las más brutales que indefectiblemente irán en beneficio de los manipuladores.


(Obras de Vladimir Volkoff sobre la manipulación de la información: "Le montage", "La désinformation, arme de guerre", "Petite histoire de la désinformation", "Désinformation, flagrant délit", "Manuel du politiquement correct" y "La désinformation par l’image")

martes, 7 de agosto de 2012

CON EL CUCHI Y EL PICHI, EN LA FALDA

 Me gusta escribir, aunque escribo menos de lo que me gustaría y tengo para echarle la culpa a "lo ocupado que estoy ultimamente". Pero hace unos días que siento la presión de cumplir con una vieja promesa. Rescatar grabaciones de hace unos 30 años, cuando en un Festival de Rock de La Falda, se entreveraron en una charla el Cuchi Leguizamón, hojas de coca en el bolsillo del saco marrón y el Pichi Pérez, que no llevaba saco puesto, andaba de chalequito (integraba el Grupo Trama de Río Cuarto, que tocó ese día) y seducido por el mágico momento, se prendió en ese intercambio inolvidable con el notable pianista, cómplice de Manuel J. Castilla y autores ambos de temas increíbles del cancionero folklórico argentino.
 
Antonio "Pichi" Pérez
Gustavo "Cuchi" Leguizamón
Pienso ahora en que importancia tuvo ese privilegio de charlar con el Cuchi, tanto para el Pichi como para mí. Yo les grababa la charla, me acuerdo, porque después de una nota con el Cuchi, el Pichi se prendió espontáneamente, por aquello de la confianza que daba nuestra amistad. No me olvidaré nunca de ese instante, seguido de una caminata de ambos hacia el escenario para escuchar al flaco Spinetta por invitación del propio Cuchi.  Como yo tenía credencial de prensa, podia estar en el backstage para hacer mis entrevistas, pero el Pichi y el Cuchi, tenían oblea de músicos y podían pasar al escenario y quedarse "entre patas" para ver y escuchar desde ahi. No tuve otra que volver al sector del público para disfrutar de Spinetta Jade. Cuando me ubiqué de frente y miré, no lo podía creer: los dos personajes estaban parados al medio, entre los equipos de guitarra y bajo de la banda de Spinetta, ¡en el centro del escenario!. Unos traguitos de más del Pichi y con el Cuchi medio coqueado, sin barreras inhibitorias, ni nadie que se atreviera a detenerlos, hizo que tomaran por palco vip al propio centro de la escena. Fue simpático, al menos para los que nos dimos cuenta del asunto antes de que los invitaran a "correrse un poco para el costado".
 Esa noche era la de un homenaje que Lito Nebbia le hacía al Cuchi, al Dr. Gustavo Leguizamón. Eran momentos de democracia recién estrenada, con folcloristas y rockeros, incluso algunos con formación jazzística, sumándose a una corriente de lo que llamaban "fusión" de géneros o estilos. Eso lo conmovió al Cuchi, que no tenía en Cosquín un espacio de tanto respeto como el que se le abrió en La Falda. Dueño de un concepto desafiante de la expresión folklórica, con arreglos audaces y heterodoxos, como se podía escuchar en las versiones que el Dúo Salteño hacía de sus temas, el Cuchi opinaba sin piedad sobre el festival coscoíno. Decía, en aquella charla, que Cosquín era "un museo que han entrado y lo han apaleado todo por dentro", en su marcado acento salteño. Sin embargo, no pasaron muchos años, tal vez un par, para que una canción suya ganara en el Festival Mayor de Folklore (Bajo el azote del sol, con letra de Antonio Nella Caastro, 1986). Fue diputado, fiscal de estado en Salta, y abogado, profesión que abandonó para dedicarse un poco más a crear una infinidad de melodías cuyo "centro geopolítico" era la baguala, según su propia definición. Fue un tipo tan singular, que se animó a proponer conciertos de campanarios en Tucumán y Salta y una vez hasta intentó hacer un concierto de locomotoras. Admirador de grandes de la música universal como Bach, Stravinsky o Beethoven, de talentos locales como el del propio Mono Villegas, a quien mencionaba en la nota que le hice aquella vez, era un "orejero". Su magia iba mucho más allá de cualquier instrucción académica.  
Una imagen del Cuchi Leguizamón que recuerdo claramente, es la de aquella madrugada en Ser: Café de las artes, Sobremonte al 800, poco tiempo después, no recuerdo exactamente en que año. Sentado al piano, antes de cerrar y cuando quedábamos algunos amigos de la casa, el nos daba con el gusto de algunos acordes impensados, un ronco cantar trasnochado, entrecerrando los ojos, sonriendo grande con esa cara de duende regorderte a punto de hipnotizarnos y hacer que hoy el recuerdo permanezca increíblemente vívido.
Me hace falta un grabador de cinta abierta en velocidad 3 3/4, Pichi. Si lo consigo, te aviso. Hasta pronto.         

miércoles, 4 de julio de 2012

BADIA Y LOS HEREDEROS

El lunes Tinelli despidió a Juan A. Badía. Después de decir que no había tenido oportunidad de hablar de la muerte del Beto, transcurrida la apertura de su programa, monologó durante unos cuantos minutos en la que hizo una sincera ponderación de la figura de Badía, sostenida con apuntes autoreferenciales en las que prevaleció siempre su agradecimiento. A la noche siguiente salió a jugar fuerte porque no estaba al tope de las mediciones y con una peluca rubia y tacos altos, junto a su equipo improvisó una suerte de farsa (del diccionario: tipo de obra teatral cuya estructura y trama están basadas en situaciones en que los personajes se comportan de manera extravagante y extraña) que le permitió subir en el rating con recursos verdaderamente opuestos a los conceptos que Badía manejo frente a una pantalla de TV.
De inmediato pensé en el artículo de Ricardo Sánchez publicó Puntal el sábado o el domingo. Copio y pego parte de ese comentario que tituló Maestría sin seguidores: "...El camino que abrió Badía, construido con buen gusto, amplitud de criterios, exquisitez sensitiva y profundidad de convicciones, se abisma a sus espaldas. Incluso ese Marcelo Tinelli que tanto lo quiso, tanto lo quiere y tanto lo admira, con evidente sinceridad, ubica su trabajo en las antípodas de los buenos modos, la delicadeza y la perspectiva de su maestro y amigo. Y no es el único. También nosotros, en tanto espectadores, obturamos ese camino abierto por Badía: nuestra selección diaria va exactamente en sentido contrario del que seguía el gran locutor. Acaso la mejor manera de reconocerle su trabajo sea remover las piedras que tapan hoy por hoy ese camino, transformando en conducta consecuente tantas palabras de  reconocimiento...".
Badía, en un programa que repitieron el viernes pasado, a la pregunta que hacían Tinelli, Listorti y Cia, sobre si podrían volver producciones como las que realizaba el creador de Imagen de Radio,  respondíó que no, que son otros tiempos. 
Querido Ricardo, parece que las piedras que hay que remover pesan demasiado. No quiero pecar de pesimista, pero el Beto tenía razón. No estoy seguro de si son otros tiempos en la sociedad y la TV los refleja o viceversa. Lo que parece es que el paradigma de los medios masivos de comunicación no es el mismo. La búsqueda de la excelencia, el desafío de sumar más contenido, mayor creatividad y riqueza expresiva han sido desplazados por otras urgencias. 
De todos modos, hay esperanza, siempre. Cientos de locutores, de dos o tres generaciones y  a lo largo y ancho de Argentina, en medios locales o nacionales de menor porte, y que ven con todo derecho a Badía como al gran referente profesional, son consecuentes en su labor cotidiana con quien consideran su maestro. Su capital no es el rating de Tinelli. No los ven ni escuchan millones cada día, pero están ahí, ocupados en que decir y cómo hacerlo.