miércoles, 4 de julio de 2012

BADIA Y LOS HEREDEROS

El lunes Tinelli despidió a Juan A. Badía. Después de decir que no había tenido oportunidad de hablar de la muerte del Beto, transcurrida la apertura de su programa, monologó durante unos cuantos minutos en la que hizo una sincera ponderación de la figura de Badía, sostenida con apuntes autoreferenciales en las que prevaleció siempre su agradecimiento. A la noche siguiente salió a jugar fuerte porque no estaba al tope de las mediciones y con una peluca rubia y tacos altos, junto a su equipo improvisó una suerte de farsa (del diccionario: tipo de obra teatral cuya estructura y trama están basadas en situaciones en que los personajes se comportan de manera extravagante y extraña) que le permitió subir en el rating con recursos verdaderamente opuestos a los conceptos que Badía manejo frente a una pantalla de TV.
De inmediato pensé en el artículo de Ricardo Sánchez publicó Puntal el sábado o el domingo. Copio y pego parte de ese comentario que tituló Maestría sin seguidores: "...El camino que abrió Badía, construido con buen gusto, amplitud de criterios, exquisitez sensitiva y profundidad de convicciones, se abisma a sus espaldas. Incluso ese Marcelo Tinelli que tanto lo quiso, tanto lo quiere y tanto lo admira, con evidente sinceridad, ubica su trabajo en las antípodas de los buenos modos, la delicadeza y la perspectiva de su maestro y amigo. Y no es el único. También nosotros, en tanto espectadores, obturamos ese camino abierto por Badía: nuestra selección diaria va exactamente en sentido contrario del que seguía el gran locutor. Acaso la mejor manera de reconocerle su trabajo sea remover las piedras que tapan hoy por hoy ese camino, transformando en conducta consecuente tantas palabras de  reconocimiento...".
Badía, en un programa que repitieron el viernes pasado, a la pregunta que hacían Tinelli, Listorti y Cia, sobre si podrían volver producciones como las que realizaba el creador de Imagen de Radio,  respondíó que no, que son otros tiempos. 
Querido Ricardo, parece que las piedras que hay que remover pesan demasiado. No quiero pecar de pesimista, pero el Beto tenía razón. No estoy seguro de si son otros tiempos en la sociedad y la TV los refleja o viceversa. Lo que parece es que el paradigma de los medios masivos de comunicación no es el mismo. La búsqueda de la excelencia, el desafío de sumar más contenido, mayor creatividad y riqueza expresiva han sido desplazados por otras urgencias. 
De todos modos, hay esperanza, siempre. Cientos de locutores, de dos o tres generaciones y  a lo largo y ancho de Argentina, en medios locales o nacionales de menor porte, y que ven con todo derecho a Badía como al gran referente profesional, son consecuentes en su labor cotidiana con quien consideran su maestro. Su capital no es el rating de Tinelli. No los ven ni escuchan millones cada día, pero están ahí, ocupados en que decir y cómo hacerlo.